jueves, 12 de septiembre de 2013

POESÍA: LA TORRE DE BUJALANCE: FRANCISCO ARÉVALO

 
LA TORRE DE BUJALANCE
 
De su audaz arquitectura
lanzando al cielo la flecha
para herir blancos luceros
o ahuyentar rojas estrellas;
por vientos nunca vencida
y nunca por nubes presa,
la torre de Bujalance,
firme, delgada, bermeja;
fuerte, segura, gallarda,
buscando el azul se eleva,
rodeada de miradores,
aves, cruces y veletas.
 
Desde su altura atalaya
la campiña cordobesa,
con sus viejos olivares,
sus cortijos y sus eras.
 
Ve constantemente al pueblo
que en su torno canta y sueña;
llora y sufre; lucha y goza;
siente amor, trabaja, reza
y en su torno alumbra y fina
sus veneros de existencia,
como raíz de árbol tan bello
que se pudre y se renueva.
 
Vigilante está la torre;
nadie esquive su presencia;
para rezos siempre tiene
su invisible escala puesta;
su puñal clava a las sombras
y su pica a las tormentas;
de cortar rayos de luna
se ha mellado su tijera.
 
Desde el llano, es como un dedo
que al sol quita lentejuelas;
candelabro de una llama,
fina vara aceitunera.
 
En su mástil resistente
la ilusión amarra velas,
con las cuales navegara
por el verde mar de siembras.
 
Si se envuelve o se encapucha
con jirones de tinieblas,
los cipreses del santuario
de Jesús, formando hileras,
en la noche, le hacen guardia
con sus lanzas verdinegras
y protegen el empaque
fantasmal de su silueta.
 
La saludan los gañanes,
con las coplas de su ausencia,
al cruzar por las llanuras
o al subir a las lomeras;
y, a través de los senderos,
al cuidado de sus recuas,
los arrieros la distinguen
y la nombran, y la anhelan.
 
Yo la he visto muchas veces
desde lo alto de la sierra,
con temblor en las pupilas,
de visiones gratas llenas;
y he soñado que del tiempo
se acortaba la carrera
y que aún, vivos y jugosos,
con sus puras cantinelas,
con sus juegos, y sus risas,
y su encanto, y su inocencia,
de mi infancia los felices
y gozosos años eran.
 
Yo la he visto y he llorado
con temor de no más verla,
porque es guarda del recuerdo
que con más amor me anega;
porque es fuerte, porque es firme,
porque es alta, porque es buena
y a la tumba de mi padre,
con su sombra larga, llega.
 
Francisco Arévalo García
(Bujalance 1891-Córdoba 1962)
 
 


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